martes, 24 de abril de 2012

La historia del doctor gasfíter

Por Paola Castillo
En el año 2002, Luis Barrientos, sufría de  tendinitis una enfermedad de la que no podía escapar, pero logró encontrar la solución en la apiterapia. Hoy tiene quince años en el oficio y más de 200 pacientes atendidos. Esta es su historia.
Luis Barrientos (59) es de contextura delgada, barba blanca, calvo, gasfíter y vendedor de vidrios. Hace diez años atrás estaba en Santiago centro con su hijo Moisés cambiando un cristal de 100 kilos que debían poner en un bus. Fue entonces cuando sintió un tirón en su hombro derecho que lo hizo chillar del dolor. En la noche llegó a su casa, ubicada en Macul y tomó tranquilizantes para dormir. A la mañana siguiente la molestia seguía, pero no le prestó importancia.
Después de cinco meses que ocurriera el accidente el dolor era cada vez más fuerte. Visitó a tres médicos que coincidieron en someterlo a una intervención quirúrgica, ya que aseguraban que su problema era que los pendones de sus hombros estaban afectados. “Desesperado, le dije a Dios que no me iba a operar. Tenía miedo”, cuenta Luis mientras toma un vaso de agua.
Un día mirando la televisión, Luis vio un programa en el que un alemán le aplicaba 60 picadas de abeja a una mujer francesa que tenía su cadera deformada por la artrosis. El hombre logró sanarla. “Cuando vi eso había algo que me decía que era para mí”, dice Barrientos.
Al día siguiente fue a su cabaña ubicada en el Cajón del Maipo. Era finales de agosto y había nieve en el cerro.  A pesar de los -5° subió la colina con ayuda de su hijo y una vez arriba se dieron cuenta que solo habían abejorros. “Moisés tomó el insecto que era dos veces más grande que una abeja común y me inyectó al azar treinta veces en cada hombro. Yo mordía una toalla para aguantar el dolor”, cuenta Luis quien después del tratamiento pudo mover sus brazos. Quedó tan sorprendido que esa noche, mientras conversaba con sus hijos, se dio cuenta de que podía ser un canal de ayuda para mucha gente.  
En el 2005 decidió estudiar la carrera en el Instituto Latino Americano de Apiterapia (INLA), en La Serena. Durante un año viajó dos veces a la semana para presentar exámenes, ver clases y buscar los materiales.
Entre sus compañeros de trabajo se hizo conocido como el doctor gasfíter por sanar a varios de ellos. En una charla informativa de Metrogas conoció a José Peralta, un colega, quien tenía un dolor en la rodilla y estaba cojo. Luis lo examinó y concluyó que tenía tendinitis. Andaba trayendo consigo dos abejas así que tomó una con una pinza y de a poco lo inyectó en la zona afectada. Después de meses en tratamiento, Peralta no podía creer en el milagro que le pasó: Otra vez volvía a caminar con normalidad.
Otro de sus  pacientes fue un joven cuidador de autos. Recuerda que iba caminando por la calle Salvador y en eso ve a un muchacho que usaba un jockey y movía su brazo izquierdo con dificultad. Se le acercó y le dijo: “Te voy a hacer un regalo”. El joven se quedó quieto en medio de la calle mientras Luis sacaba de su maletín una abeja y con ayuda de la pinza lo inyectaba en el codo. “A los quince minutos el chiquillo ya no tenía dolor y con cara de sorpresa no paraba de darme las gracias”, recuerda Luis con una sonrisa.
Luis Barrientos nunca se imaginó que iba a terminar dedicándose a la apiterapia. Son sus compañeros de trabajo, familiares, clientes y amigos sus pacientes aunque gracias al boca a boca puede llegar  a otras personas que no sean de su grupo cercano. Dice que prefiere trabajar a domicilio igual como  lo hace para sus servicios de gasfíter. Además aún no tiene un lugar para recibir a gente que busca su ayuda, pero eso está por verse. Digamos que es un proyecto viento en popa.
Luis sueña en grande. Entre sus deseos está convertir su cabaña en un lugar donde se ofrezcan productos naturales y que sea un espacio de relajación y sanación. “Quiero hacer algo que no sólo me beneficie a mí, sino a todos aquellos que quieran disfrutar de los servicios apícolas”, dice el doctor gasfíter.

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